jueves, 26 de noviembre de 2020

El intruso

 Y cedimos. 
Él cedió a mis indirectas, yo cedi a su propuesta. 
Debo confesar que estaba nerviosa pero eso no me detuvo, jamás lo ha hecho. 
Era algo nuevo, algo excitante. Con cada beso me iba entregando más, con cada prenda caída también caían las paredes de la rutina en la que estaba atrapada desde hace tanto. 
En la vorágine del momento ya no había culpa, solo su aroma que impregnaba todo el aire y yo al borde de la locura.
De repente una visión terrible, grotesca.

   "Que-que"

Ese pequeño animal, con ojos saltones cuya mirada no me quitaba de encima.

   "Que-que"

Podía notar a través de su delgada y translúcida piel un diminuto corazón latiendo rápido.
Me observaba, sabía lo que estaba haciendo, me juzgaba por el pecado cometido.

   "Que-que"

Ese sonido infernal.
 
   "Que-que, que-que"

Sentía que mi corazón se aceleraba cada vez más y no era por el otro cuerpo que me acompañaba, era por el escurridizo animal que no solo continuaba con sus ojos clavados en los míos sino que además, me hablaba, me reprochaba, me preguntaba...

   "Que-que, que-que, que-que"

- ¡¿Que cosa?! ¡¿Que quieres?! ¡¿Quítate?! - grité con desprecio.

Mi compañero me observó con perplejidad. Trate de explicarle que no le grité a él, era el animal que nos observaba, que sabía lo que hacíamos, que nos amenazaba, nos retaba.

- Es inofensivo e insignificante, ni siquiera es el más imponente de su especie- Me dijo.

Él no veía lo que yo veía, a él no lo amenazaba con sus asquerosos y saltones ojos negros, a él no le decía...

   "Que-que, que-que, que-que"

La de la falta era yo, la imperdonable era yo. 

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, las náuseas se apoderaron de mí y aún así, no podía dejar de ver al animalejo.

   "Que-que, que-que, que-que, que-que"

- ¡¿Que-que qué?! ¡¿Qué quieres?!

El animalejo no salía de su estupor, no podía creer lo que estaban viendo sus terribles ojos, estoy segura de que me siguió hasta aquí, estoy segura de que sabe quién soy. 
Su diminuto corazón parecía ir cada vez más rápido al igual que el mío.
Cuando pensaba que no resistiría más, movió la cola y sacó la lengua.

¡Grité! Grité con todas mis fuerzas, grité con asco, con irá.

   "QUE-QUE, QUE-QUE, QUE-QUE, QUE-QUE, QUE-QUE"

Grito también el intruso.

- ¡Se acabó!, voy a llamar a mantenimiento para que maten ese animal, ¡no vengo más a este hotel!- dijo mi amante, alejándose de mí.

¿Era eso lo que quería ese diminuto y despreciable animal?, ¿Qué mi cuerpo estuviera tan frío como el de él?


Se salvó, se escurrió, pero sabe lo que vio. Cada noche escucho a lo lejos.

   "Que-que, que-que"

Está ahí afuera, recordándome mi secreto.

lunes, 24 de agosto de 2020

Reto Escribirme. Día 20: Un lugar que amo

 


Me permitiré caer de brazos abiertos en lo ridículo y diré que el lugar que amo es entre tus brazos, ya que es donde no existe el tiempo, en dónde puedo permitirme ser realmente yo, dónde existe el clima perfecto, el aroma perfecto.

Luego de algunas perdidas importantes, materiales y espirituales, perdidas de cosas y personas que no me pertenecían realmente pero que mi ego lo ha sentido así, he entendido que el lugar que amo es aquel en el que me encuentre en paz conmigo misma. 

Han habido lugares geográficos en los que he encontrado esa paz, pero luego, en algún momento retorno buscándola y ya se ha ido y entonces me entero que la paz no se hallaba en ese lugar sino en quien era yo en aquel momento. 

Yo soy mi hogar, y sin embargo, cuantas veces he querido salir de mí, huir de mi misma.

Si hay algún lugar en el que puedo refugiarme incluso cuando quiero huir de mi, ese "lugar" eres tú. Tú que ya no puedes leer lo que escribo. Tú, el único abrazo que jamás me ha incomodado. 

Tu eres a quien anhelo volver. 

lunes, 10 de agosto de 2020

Reto Escribirme. Día 18: Roturas y rupturas

 

Salte y caí mal. Sentí un dolor intenso que me subió por la pierna, la espalda y llego hasta el cuello y la cabeza, me sentí mareada, trague agua, me desorienté. Logre salir de la piscina, no podía afincar bien el pie. Fue el dedo medio del pie derecho. Me encerré, mordí una toalla, me estire el dedo y yo sola me lo entablille con una paleta de helado. Sude frío, casi de desmayo. No pude caminar bien por dos semanas, todos los dedos y parte del pie se pusieron morados, casi negros. Casi nadie lo supo ni lo sabe.

Siempre he sido cobarde, nunca he roto con nadie directamente. Mi "técnica" es hacer que la otra persona me odie tanto o se decepcione tanto de mi que me deje. Igual causo dolor pero al menos la otra persona no se siente botada sino que tomó una sabia decisión al dejarme y yo me libero de cierta responsabilidad. "... Todo hombre destruye lo que ama, el valiente con un beso, el cobarde con una espada"

Además de ese dedo y una que otra uña de vez en cuando, nada más se ha roto. 

No se los dije en persona. Solo me aleje, solo los saque de mi vida. Curiosamente, no me tiembla el pulso para sacar de mi vida amigos o conocidos. Ya no me sentía cómoda con ellos, ya no tenía nada más que dar, ni ellos a mi. Les agradezco su paso por mi vida, perdono cualquier molestia, dolor, incomodidad o resentimiento y los dejo ir.

Una sola vez he prometido ser fiel y rompí esa promesa. No he roto más promesas porque, en honor a la verdad, no suelo prometer nada. 

La ley la he roto varias veces pero nunca me han capturado. He roto confianzas, sueños ajenos, esperanzas y otras cosas que no so mías. 

Aunque lamento el dolor que cada rotura o ruptura ha causado, no me arrepiento de las decisiones tomadas.



Reto Escribirme. Día 19: Rituales matutinos

 

Despierto. Pienso en ella, pienso en él. Respiro profundo, cierro los ojos, trato de hacer memoria de los sueños que tuve, lo logro brevemente pero de inmediato me invaden cientos de pensamientos, respiro, doy un vuelta en la cama, me aturden los pensamientos, los mando a callar, respiro, otra vuelta, empieza el dolor de cabeza, respiro, abro los ojos nuevamente, doy vueltas por media o tal vez una hora más. Giro, lo veo, a veces lo quiero, a veces me pregunto qué hacemos aquí. Me levanto, voy al baño, hago pipí, me cepillo los dientes, lloro, a veces sin lagrimas, siempre tapandome la boca para que nadie escuche, respiro, agradezco por la vida de quienes amo, me veo al espejo, respiro, aún me duele la cabeza, me pongo la máscara del día.

Me abraza.

- Tengo hambre, mamá.

- Buenos días, mi amor. Ya te preparo desayuno.

- No, tú no, mi abuelo.

- Deja a tu abuelo quieto.

Lo veo de espaldas, lo amo, me dan ganas de llorar de nuevo, respiro para que no se note, sonrío.

- Hola, hija, ¿quieres café?

- No, papi, gracias.

Lo abrazo. Respiro. Pensandolo bien, sí quiero café. 

Empezó el día.

Reto Escribirme. Día 17: Algo que no

 

Algo que no... Algo que no me gusta, algo de lo que quiera quejarme. No lo sé. Tal vez precisamente algo que no suelo hacer es quejarme. Claro que hay cosas que me incomodan, claro que hay cosas que me molestan pero algo que no logro entender es precisamente a las personas que se quejan por todo y a quienes todo les molesta, personas que parecieran odiarlo todo. Personas que absolutamente todo lo critican. Son tan soberbios que quieren acabar con medio mundo, odian el lugar en el que nacieron, detestan a personas que consideran de algún modo ignorantes, creen que tienen una inteligencia superior y están confiados en que tienen la razón. 

La verdad es que por mi mente pasan tantas cosas y hay tanto que aprender y sanar en mi vida que no queda espacio para el juicio hacia otros. Tal vez por eso inspiro tanta confianza y muchas personas se sienten cómodas contándome cualquier cosa, por atroz o privada que sea. 

Hay tantas cosas que no comprendo del mundo que algo que no se si pasará algún día es la sensación de creer que soy la única persona cuerda que existe y con esto tal vez yo misma habré pecado de soberbia, lo cual me da esperanza.

Reto Escribirme. Día 16: Clima imaginario



Bienvenidos a uno de mis hogares.

Sé que a varios no les gustará y eso está muy bien porque aunque hoy les abro las puertas, no es un lugar donde quiero que habiten muchas personas pero si eres alguien a quien le agrada esto y además te agrado yo, entonces tal vez te invite de nuevo.

En este lugar se respira frío. Un frío increíblemente agradable, intenso pero que no duele. Perfectamente puedes estar descubierto porque a pesar de lo gélido, los dedos de tus manos, tus pies, tu nariz y tus orejas se mantienen tibios. 

Desde que amanece hay un color entre gris y anaranjado. Siempre hay sol pero no es un sol intenso que ciega, es un sol cálido, como una foto en sepia o una tarde de otoño en el parque El retiro de Madrid, perfecto para caminar, para no pensar, para besar...

La brisa fría y cómoda te acaricia las mejillas, te hace sonreír, te trae sensaciones de calma y amor. 

Éste es tu lugar. Esas son las palabras que susurran en tu mente. Respiras profundo en un intento de poseer todo el aire que te envuelve. Las hojas secas y perfectas revolotean a tu alrededor, caen algunos copos de nieve, sigues caminando, no quieres parar, no tienes prisa, no vas a ningún lugar. El equilibrio perfecto. No sudas, no hay calor, no hay cansancio.
Estás realmente cómodo por primera vez en tu vida y solo ahora lo sabes.
Estás dónde tienes que estar.

Reto Escribirme. Día 15: Perros


Recordar en imágenes. Ese es el objetivo del reto del día 15 pero además, proponer que se escriba sobre uno de diez perros que han formado parte de nuestras vidas es, en cierto modo, rendirle un homenaje no solo a la memoria sino a esos amigos, miembros de la familia, que no tienen voz. Ellos que siempre están y son una parte tan importante de nosotros.

De mi lista de diez, quien más se me viene a la memoria es precisamente la que no fue mía. Recuerdo cuando llegó a casa de mis vecinos, era una bolita de pelos hermosa. La llamaron Coqueta y desde que llegó formó parte de nuestros juegos.

Recuerdo ese día, después de un año de su llegada. Yo tenía al rededor de nueve años, ese día mi mamá me fue a buscar al colegio. Llegando a casa me dijo "te tengo un sorpresa,vamos a comprarle un pote de helado a Coqueta porque ya está teniendo sus perritos"

Mi mamá compro helado de fresa. Llegamos a casa, yo estaba emocionada por ir a ver los perritos. Me cambie de ropa y fuimos. Cruzo la puerta, mis amigos no estaban, tal vez no habían llegado el colegio. "Todavía está en ese" dice la abuela de mis amigos. La sala esta desordenada como de costumbre. Hay papeles en la mesa del comedor. Coqueta está en el balcón junto con la mamá de mis amigos, que la ayuda. Me da un poco de miedo acercarme, camino lento sin separarme de mi mamá. "Ya va por 6 perritos, no sabemos cuanto más falta" 

En el balcón entra la luz del sol, es un día fresco. Coqueta esta echada en una manta, está totalmente mojada y temblando. La mamá de mis amigos la acaricia, la abuela se acerca con el tarro de helado y una cucharilla grande y le da a Coqueta quien apenas tiene fuerza para girar un poco la cabeza y lamer despacio pero con ansiedad. 

"En la madrugada se fue al cuarto, empujo la puerta y se metió debajo de la cama. Tuvimos que sacarla para que no tuviera los perritos ahí. Llamamos a la veterinaria pero justamente hoy no puede venir. A las 7 de la mañana empezaron a nacer pero no sabíamos que serían tantos. Una perra tan chiquita no debería tener tantos perritos"

Sentí miedo pero no sabía por qué. En el otro extremo del balcón había un espacio que había sido adaptado para Coqueta y sus cachorros. Había una cojín verde claro bastante grande, juguetes, y algunos periódicos. Todo estaba detrás de una tabla grande de madera con una puertita movible sobre la cual estaba escrito en letras rojas "COQUETA"

"Lógicamente al principio no dejaba que se acercara nadie pero ya después de varias horas y el cuarto perrito estaba agotada y Alexandra se acerco a ayudarla"

Ellas hablaban de pie detrás de mí. Alexandra, la mamá de mis amigos, seguía arrodillada al lado de Coqueta acariciándola y dándole helado. No había ido a trabajar ese día, no hablaba, solo estaba ahí, conectada con ella, a su disposición, a su servicio como buena matrona. Yo en el medio de eso viéndola fijo.

"El sexto perrito casi se muere, la pobre Coqueta ya no tenía fuerzas para pujar, Alexandra tuvo de meterle la mano y sacarlo y romper el saco, se lo puso a ella para que lo lamiera pero apenas si podía. El perrito no respiraba, tuvo que meterle el meñique, sacarle liquido y reanimarlo con los dedos hasta que respiró. Entonces se lo puso a un lado a Coqueta y con mucho esfuerzo se inclino para lamerlo y acariciarlo con su cabeza. ¡Que perra tan valiente! ¡Que orgullo! pero ojala ya termine pronto, pobre"

Sonó algo como un chillido suave, levanté la vista. No me había dado cuenta que los 6 perritos estaban en el cojín. ¡Eran horribles! Parecían ratas blancas. No caminaban, se arrastraban con los ojos cerrados, parecía que los tenían sellados y hacían un esfuerzo por abrirlos y no podían. La punta de sus patitas eran como pequeños muñoncitos rosados. Sus narices eran diminutas y también rosadas.

"No los vayas a tocar porque después Coqueta los rechaza" me dijo mi mamá. Créanme que no tenía la mínima intención de tocarlos pero curiosamente, aunque me impresionó ver como eran, también me inspiraban ternura. 

Nos fuimos a casa. Le pregunté a mi mamá por que habían mojado a coqueta, me dijo que nadie la había mojado, que era su sudor por todo el trabajo que estaba haciendo. Le pregunté a mi mamá por que los perritos eran así, sin casi pelo, arrastrándose, con los ojos sellados... Me dijo que así son todos los cachorritos cuando nacen y a los días abren los ojos, empiezan a tener fuerza para pararse, les sale más pelo...

"Ya verás..." me dijo.

Coqueta tuvo 2 perritos más ese día. Ocho en total, entre los cuales estaba mi querida Muñeca.

Fue el primer nacimiento que vi en mi vida, fue una muestra de amor incondicional entre una humana y una perra, fue ver la fuerza potente de la naturaleza que se abre paso a la vida. Recuerdo que en un momento, Coqueta y yo nos vimos fijo a los ojos, ella temblaba, empapada de sudor, sus ojos brillantes y cansados, sentí ganas de abrazarla pero ella con su mirada profunda me dijo "Todo está bien". No sé explicarlo pero esa mirada se me quedó grabada para siempre, la tengo tatuada en la mente y en el alma. Hasta ahora ninguna persona, y menos ningún otro animal, me ha dado una mirada como la que me dio ella ese día.