Eran las 4:30 am cuando
desperté, como si apenas acabara de cerrar los ojos, desperté sin la
somnolencia característica del despertar pero con una paz curiosa, poco digna
de los momentos que acabábamos de pasar la noche anterior. Algo había cambiado.
El olor a tensa calma en el aire delataba una sensación conocida para mí, como
cuando sabes que alguien te estuvo viendo mientras dormías. La muerte acababa
de visitarnos.
Suena el teléfono:
-
Suba a terapia intensiva, por favor.
Adiós a la calma, ya sabía
la razón de la llamada, aun así, mientras corría subiendo los cuatro pisos de
escaleras, lo único que escuchaba era el susurro de mi voz que repetía de una
forma incontrolable: No me hagas esto, no me hagas esto, no me hagas esto…
Mi madre había muerto.
Los días siguientes
estuvieron llenos de lo común en estos casos: papeleos absurdos, familiares
viajando para el velatorio, llamadas de sorpresa e incredulidad, miradas de
lástima, abrazos incómodos. Al tercer día ya la marea había bajado y pude
dedicarme a estar sola con mis pensamientos.
No recuerdo notar la
diferencia entre estar dormida y estar despierta si no fuera por lo que llamare
a partir de ahora: el sueño número 1.
Era un día hermoso, fresco,
y caminábamos por el parque. Mi mamá con lágrimas en los ojos, me abrazo muy
fuerte.
- Tenía tantas ganas de verte, gracias por
venir a mí – me dijo-.
- Y yo quería verte a ti… No sé qué hacer sin
ti, no se…
- Debes seguir, la vida continúa, yo estaré
bien.
- Pero no se…
- Debes seguir, escucha tu corazón y sabrás que
hacer. Yo estoy bien.
Despierto, fue solo un
sueño, salgo corriendo del cuarto, fue solo un sueño, ¿Dónde está?... No todo
fue un sueño, estoy sola.
“Gracias por venir a mí”, ¿qué
significa? Fue ella quien se fue, por lo tanto, fue ella quien “vino”.
Que frase tan trillada y
molesta es “la vida continua”, es casi una burla. Es cierto que la vida
continua y es horrible. Las plantas indiferentes a mi dolor, siguen creciendo.
El sol burlón sigue saliendo. Nada espera, la frivolidad con la que todo sigue
su curso, me desespera.
No sé qué día es. Escucho un
ruido en su cuarto, me da miedo pero voy a ver. Empujo la puerta despacio y ahí
estaba, durmiendo, tenía una expresión de profunda tristeza, me acuesto a su
lado y la abrazo por la espalda, “quédate conmigo” me susurra.
Despierto de golpe ¿fue un
sueño?, corro a su cuarto, me detengo en la entrada, ¡¿Y si está adentro?!
Empujo la puerta despacio y no estaba, solo su cama estirada y fría, en la que
nadie había dormido no sé en cuanto tiempo.
¿Me estaré volviendo loca?
No sé cuánto tiempo ha
pasado, tengo que comer algo, abro la nevera, nada. Tengo que salir a comprar
comida. Pienso que antes, cuando mi mamá estaba viva, el teléfono de la casa no
paraba de sonar, ahora no sé cuánto tiempo ha pasado y no he recibido ni una
llamada, reviso la línea por si es que ya la cortaron. No, aún funciona.
Salgo
a la calle, algo pasa, no hay absolutamente nadie, me da ansiedad ¿estaré
soñando de nuevo? Camino un poco más… nada, todo cerrado. Pasa un carro rápido,
mi ansiedad aumenta y regreso rápido a casa.
No puede ser que me esté
volviendo loca. Prendo el televisor y busco las noticias. ¡Increíble! El mundo
es tan absurdo y patético que ahora resulta que hay una supuesta pandemia, en
pleno siglo XXI, y nadie puede salir de su casa. Miles de personas mueren a
diario, ¡bah! Miles de personas mueren a diario desde el principio de los
tiempos y “la vida continua”.
Si el mundo no se interesó
por mi dolor y la ausencia de mi madre, a mí no me interesa tampoco el dolor
del mundo.
Bien, no hay mucho que
hacer, continuare en casa. Resuelvo comer alguna tontería olvidada al fondo de
la nevera, no por hambre sino por… no lo sé, me enseñaron que aunque no quiera
tengo que comer.
Pienso en lo que vendría
siendo el sueño número 2. ¿Por qué mi mamá está triste? ¿Será que tengo que
hacer alguna de esas cosas que hacen los creyentes como ponerle una vela o un
vaso de agua? Mi mamá no era una santa pero, aunque sé que no quería morir, no
le tenía miedo a la muerte. Siempre tuvo una conexión muy profunda con lo
espiritual, no creo que ahora no haya “encontrado la luz”.
¿Será solo una proyección de
mi mente? Tal vez no es con ella con quien me encuentro en sueños, tal vez solo
es un reflejo de mi mente inconsciente que no la quiere dejar ir.
“Quédate conmigo” mi abuela
siempre decía: “todo el mundo quiere irse con el muerto pero basta que se
levante de la tumba y se quiera llevar a alguien para que todos salgan
corriendo”. Tenía razón. Aunque la vida ahora me parezca tan insoportable y
molesta, no quiero morir. Aunque mi deseo más profundo es estar con mi mamá, el
deseo realmente es que ella esté aquí conmigo, en la vida y no yo con ella, en
la muerte.
En el sueño número 1 me dijo
“gracias por venir” tal vez no sabe que está muerta y cree que soy yo quien
puedo ir a su encuentro cuando quiera. Hace muchos años, estuve muy interesada
en los sueños conscientes y estuve realizando ejercicios al respecto. Tal vez
si logro uno de estos sueños conscientes, pueda encontrarme con ella y decirle
que está muerta y que es ella quien debe seguir su camino.
Los siguientes días me
dedique a practicar estos sueños conscientes, no me fue muy difícil planear los
lugares a los que quería ir mientras dormía pero en ninguno la encontraba.
Procuraba soñar con los lugares que frecuentábamos y nos gustaban pero cuando
llegaba, tenía siempre la sensación de que ella se acababa de ir y cuando
despertaba, sentía que ella podía acabar de llegar y trataba de dormir de nuevo
pero me costaba conseguirlo.
Abandone la idea de los
sueños conscientes, cada vez más me costaba diferenciar el sueño de la
realidad.
Todos estos días encerrada
en casa también me empezaron a afectar, necesitaba are fresco pero las noticias
decían que estábamos en el momento cumbre de la pandemia y no se podía salir
del hogar. A mi mamá le hubiera afectado
mucho este encierro, ella amaba su libertad.
Un día, sin buscarlo, cuando
ya había abandonado la idea, llego el sueño número 3.
Me despertó un brillo en los
ojos y calor cerca de las mejillas, abrí los ojos y ahí estaba mi mamá
sonriéndome sosteniendo una vela muy cerca de mí.
- ¿Esto es lo que quieres? ¿qué te prenda una
vela?
- ¿Es lo que quieres tú?
- Yo quiero que sigas viva, que no hubieras
sido tan egoísta como para morirte y dejarme sola… Pero ahora lo que quiero es
que estés bien, que no te preocupes por mí, yo buscaré la manera de seguir
adelante. Quiero que encuentres la luz y sigas tu camino, que no estés triste por
mí.
- Hija amada, toda la vida estaré triste por
ti, eres mi tesoro y siempre lo serás, pero es hora de continuar, tengo la
certeza de que nos volveremos a ver, pero debes continuar.
- Es lo que te digo a ti… no entiendo, ¡eres tú
quien debe continuar! ¡¿Por qué me haces esto?!
Nos dimos el abrazo más
hermoso que jamás nos dimos, el más profundo, sentí su aroma intenso a aceite
de coco y ese aroma me llevo a una realidad tan aplastante como un cubo de
hielo gigante.
- Debes despertar - me susurró.
Ese olor profundo a aceite
de coco me acompañaba el día del accidente y no se apartó de mi lado ni un
momento mientras estuve en terapia intensiva. Ese intenso olor a aceite de coco
también me sonaba a gritos y llanto mientras la sostenía en mis brazos sin que
ella lo percibiera, cuando le dieron la noticia de mi muerte.
No sé cómo llegue a la casa
ni cómo salir de aquí. ¿Será esta mi versión de “el paraíso”? ¿O será que
realmente nada existe como nos lo hicieron creer? La verdad no me importa.
Una extraña tranquilidad se
apodera de mí, ¡No estoy loca, solo estoy muerta!
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