Todo lo que está a mi alrededor lo conozco a la perfección. Veo lo que
tiene polvo desde hace tiempo y lo que limpié esta mañana. Todo lo que está donde
está, es porque yo lo he puesto ahí.
Pero no, yo no puse ese triciclo ahí. Ese triciclo me delata que mi niño
estuvo jugando con él hace apenas unas horas. Me hace recordar cuando se lo
compré. Hace 2 o 3 años, a esta misma hora, en esta misma sala, estábamos
armando el triciclo para que al día siguiente, cuando se despertara, lo
encontrara listo. No recuerdo ya si fue para una navidad, un cumpleaños, día
del niño o simplemente porque sí, pero recuerdo perfectamente su expresión
cuando lo vio. Mi corazón latía rápido, mi mamá reía y estoy segura de que su
corazón también latía rápido porque así late cuando amas y te emocionas por ver
feliz a quien amas.
Es curioso como nuestra vida se compone de cosas. De recuerdos y momentos
dirían algunos, sí, pero recuerdos que
vienen dados por objetos. Los objetos sí importan, lo material forma parte
importante de nuestras vidas, nos hace ser quienes somos. Ese triciclo y esa
campana que está al lado, me recuerdan la risa de mi mamá y a un Santiago más
pequeño que quedó atrapado en el tiempo en el que aún no llegaba a los pedales
y agarraba la campana de su abuela para tocarla a cualquier hora y jugar que
era la bocina del triciclo.
No sé qué hace esa campana ahí. Yo la puse ahí, claro, y la puse ahí porque
no encontré otro lugar donde ponerla y me pareció que ahí se veía bien, pero
¿realmente qué hace ahí? ¿Cómo llegó a esta casa? ¿Qué historia tiene?, no
tengo idea porque no es mía, nunca será mía, es de mi mamá. La recuerdo
tocándola para armonizar su consultorio de terapias, solo eso.
Me parece una idea fabulosa la de los egipcios antiguos de enterrar a los
muertos con todas sus pertenencias, que se vayan con sus cosas y sus recuerdos
y así los que nos quedamos, no sentirnos como impostores que usan lo que no les
pertenece. Pero no es del todo buena idea porque al lado de la campana está el
modem de internet y el router de wifi, lo cual también lo compró mi mamá. Fue
buena idea entonces, velarla solo con su ropa favorita y no con todos sus
objetos porque nos hubiéramos quedado sin internet, al menos un tiempo.
El modem y el router son los que están llenos de polvo, la verdad es que me
da miedo limpiarlos y moverlos mucho no vaya a ser que el internet decida irse
y no volver nunca más, así que pienso que un poco de polvo no hará daño y si lo
hace, tenemos conexión para averiguar qué hacer (que no sea limpiar).
En la misma mesa donde están los modem y la campana, hay un par de objetos
más, y los voy contando para ver cuánto me falta para los 10 y apenas me doy
cuenta de que la mesita misma, es un objeto. Hago memoria para recordar la
historia de esa mesita.
Tiene bastantes años con nosotros e incluso ha hecho varios viajes. Me
imagino que en algún momento mis padres decidieron que les gustaba lo “rustico”
(palabra de ellos), por supuesto, fue en una época en la que mi palabra para
esas decisiones no importaba para nada (realmente aun no importa porque sigo
siendo hija, tenga la edad que tenga). Esa mesa, si mal no recuerdo, vino
acompañada de un juego de muebles desde el pueblo de Magdaleno y vivió un tiempo
con nosotros en La pastora, luego, por algún motivo, estuvo en la casa que mi
abuela tenía en Cagua, luego, cuando nos mudamos, se vino para acá con nosotros
y actualmente, los muebles que la acompañaban, están en Maturín en casa de una
tía. Ahora me dan ganas de escribirle exclusivamente a la mesita, de tratar de
revivirla para que me cuente todo lo que ha visto y escuchado, para que me
hable de mi propia vida y de las cosas que ya he olvidado, después de todo, la
madera tiene buena memoria.
La mesita desde hace un tiempo es moderna porque lleva el modem y el
router, desde hace unos meses también lleva la campana y un trozo de mármol que
tiene grabada la imagen de la virgen de Coromoto. Ambas, la mesita y el mármol,
pueden distraerse hablando porque son casi de la misma época. De hecho, el
mármol es aún más viejo porque viene de la época en la que mi tía aún estaba
viva (hablo de ella en el reto anterior). Esa virgen fue regalo de uno de mis
tíos. Recuerdo que le regalo uno a mi abuela, muy devota de la virgen de
Coromoto, a mi tía porque también era devota y su segundo nombre era Coromoto y
a mi mamá porque su segundo nombre también era Coromoto. Lo bueno es que si la
mesa no me habla, la virgen si lo hará porque tiene boca, aunque no sé si el
mármol tenga tan buena memoria.
Como guardaespaldas de la virgen, hay un señor de madera, quien sabe, tal
vez sea la representación de alguien famoso que no conozco, o tal vez un simple
campesino. Lo bueno es que aún le puedo preguntar a su dueño, que es mi papá,
porque a diferencia de las demás cosas, no tengo idea de donde viene esa
estatuilla ni desde hace cuánto tiempo está con nosotros.
Sobre la mesita está el televisor, no podría decir que es una de las 10
cosas que tengo al frente y no había notado pero sigue siendo una cosa. Ese
televisor pasa muchas horas prendido, no porque lo vea mucho sino porque he
descubierto que le temo al silencio. Si no es el televisor, es algún equipo de
música. Mientras leo, escribo, cocino o (casi) cualquier otra cosa, necesito el
ruido de fondo, ya se ha convertido en una especie de ruido blanco para, muchas
veces, evitar enfrentarme a mis propios pensamientos.
Al lado del televisor, el teléfono. Desde que tengo uso de razón y hasta
hace meses, el teléfono de la casa no paraba nunca de sonar. Ese teléfono
inerte también murió, el teléfono de la casa es otro de los objetos que
perfectamente hubieran podido enterrar con mi mamá, en lugar de eso, está lleno
de polvo y silencio.
Los objetos 9 y 10 los podría resumir en: desorden. Al
lado del teléfono está el celular de mi mamá, un par de cornetas, una vela
recuerdo de un bautizo, un libro, dibujos… Vida cotidiana.
Muy buenos cada uno de los objetos declarados en tu relato. Me encantaría saber más de la historias de esa mesa jeje. Muy linda tu escritura y muy duro el querer enterrar las cosas de tu mamá, pero tan cierto lo que dices. Una vez más felicidades.
ResponderBorrarSi esa mesita hablara jajajaj. Gracias Mili, un abrazo.
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